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jueves, 10 de noviembre de 2011

Libro: Ideología, principio, concepción militante y bases programáticas del Partido Intransigente (PI)

tapa del libro 

El libro Ideología, principio, concepción militante y bases programáticas del Partido Intransigente (PI) se presentará el viernes 11 de noviembre a las 19 en el Concejo Deliberante de Rosario. El acto contará con la presencia de los máximos referentes  del PI a nivel nacional y local, como así también de los concejales Miguel Zamarini y Norma López.

El libro detalla las bases programáticas del partido, la recopilación de los distintos aportes hechos por el PI a lo largo de su historia y una valiosa parte introductoria a cargo de Gonzalo Perez (secretario), Lucrecia Monteagudo (secretaria) y E. Gustavo Cardesa (presidente del partido), quienes dan cuenta de la posición actual de la organización y fundamentan su apoyo al modelo instaurado por Néstor Kirchner  y continuado hoy por Cristina Fernández.

Sin rendirse y alzando las banderas, siempre en pos de la lucha por la igualdad social, la inclusión y evocando los ideales erigidos por Oscar “el Búfalo” Alende, allá por 1972, el Partido Intransigente materializa sus logros e historia en el libro a presentarse el viernes 11 de noviembre en el Concejo Deliberantes de la Ciudad de Rosario, 1º de Mayo y Córdoba, a las 19. Estarán presentes Gustavo Cardesa, presidente del PI, Luis Castañeira, vicepresidente 2º y  los principales referentes del partido a nivel nacional.     

domingo, 3 de julio de 2011

Firmenich, la historia jamás contada del líder montonero

Publicado en diario La Capital de Rosario, domingo 3 de julio de 2011


El color negro en su portada augura una trama intensa, coherente con el espíritu político y revolucionario que reinaba en el país a finales de los años ’60. El título pareciera estar bañado con sangre, lo que no es un eufemismo, sino el diseño que Pablo Waisberg y Felipe Celesia eligieron para la tapa de Firmenich, la historia jamás contada del jefe montonero. Lejos de presentarse como una biografía convencional, el trabajo combina el relato periodístico con la investigación histórica y es el resultado de casi cuatro años de una búsqueda minuciosa para reunir toda la información publicada en medios gráficos, radiales y televisivos de la época y relatar detalles precisos sobre la vida privada y pública de Mario Eduardo Firmenich, fundador y cabecilla de Montoneros, una de las organizaciones armadas más poderosa que operó en el país durante los emblemáticos ’70. 

Violencia, traición y muerte son términos que giraron en torno a la figura del ex líder y que aún hoy permanecen instalados en el imaginario colectivo. El libro echa luz sobre pasajes ocultos de una de las figuras más controvertidas de la vida política argentina y avanza, de esta manera, por terrenos fangosos y complejos. Los autores cuentan que encontraron un “altísimo rechazo” de las fuentes a participar. Para Celesia, los motivos de la resistencia fueron varios. “Por un lado – dice - muchos de los montoneros de ayer actualmente son funcionarios o están en la política activa y creen que Firmenich conserva la condición de ‘piantavotos’ o tipo repudiado. Otro tuvo que ver con cuentas personales no saldadas y algunos pocos tuvieron miedo a la reacción que pudiera tener el ex dirigente al ver su testimonio impreso”.

“La paz es posible”
El libro consta de diez capítulos. Cada uno de ellos describe un período de cuatro a seis años del derrotero del ex jefe montonero a partir de su nacimiento, en 1948 y hasta la actualidad. El relato comienza cuando “el joven Mario Eduardo” resulta ganador del primer premio en un concurso de ensayos sobre la paz mundial, organizado por la Asociación de Leones de Ramos Mejía. Firmenich, sin que sus padres lo supieran, envió una composición titulada “La paz es posible”. La mención que obtuvo hizo que fuera agasajado en la sede leonina del barrio, donde lo señalaron delante de todos los presentes “como un ejemplo” para los niños de su edad. El dato, que ante una primera lectura puede resultar menor, es el disparador a partir del cual Celesia y Waisberg reconstruyen una vida signada por “los misterios y los sobreentendidos”, el activismo político, las conspiraciones  y el ansia de poder.

Gran parte de los contenidos de la historia están articulados en base a testimonios que los periodistas recopilaron durante los años de investigación. Así, reseñan que don Víctor Firmenich, padre de Mario, contó en una entrevista para la revista Siete días, en julio de 1984, que desde chico su hijo tuvo “ese sentido especial de la justicia distributiva”. Su amigo Néstor, apodado ‘Tato’, quien fue compañero de Firmenich en el colegio Nacional de Buenos Aires, cuenta que el jefe montonero era lo que “genéricamente” se denomina “un buen hijo”, que ayudaba en las tareas domésticas de la casa y que “era un tipo modelo”.

Los autores practican una suerte de deconstrucción en su relato al armar las piezas de un rompecabezas complejo para dilucidar en qué momento “el tipo modelo” pasó de ser un joven ejemplar con un “sentido especial de la justicia” para convertirse en uno de los referentes activistas más repudiados de la Argentina que carga la “impronta de un hombre maldito”, de “bestia negra de la política”  o de “demonio bifronte” y que comandó, entre otras intervenciones violentas, la operación Pindapoy en la que secuestraron y asesinaron al general Pedro Eugenio Arammburu. “Nos atrajo el mito construido en torno suyo y esa imagen de ‘mancha venenosa’ con la que se lo había estigmatizado – explica Waisberg. - Queríamos ver qué tanto había de eso y qué tanto formaba parte, como decían sus seguidores, de una gran operación para estigmatizarlo”.

Acomodar el engranaje de una maquinaria desarticulada y oculta es lo que pretende Firmenich, la historia jamás…. El libro es la primera investigación formal realizada en torno a la figura de quien comandó Montoneros, ya que en cuatro oportunidades distintos periodistas intentaron hacerlo pero los proyectos quedaron truncos. “El relato sufrió la misma maldición que cayó sobre su personaje – dicen Celesia y Waisberg - Hasta él mismo firmó un contrato con una editorial para una autobiografía que nunca se decidió a publicar”.     

Los autores sostienen al comienzo de la historia que su intención no es la de sentar postura alguna sobre el ex dirigente. Incluso, que su investigación rompió varios mitos: “no fue miembro de Tacuara” y “nada prueba que se haya encontrado con quien mataba por miles a sus compañeros y subordinados”. Pero aún así, la verdad revelada es igual o más controvertida que lo sucedido en aquellos años. “En condiciones republicanas normales – explica Celesia - podría haber sido un oficial militar ya que su vocación y sus virtudes para la guerra son innegables”.  No resulta fácil tampoco comprender cómo una persona con las características de Firmenich fue referente e ícono en su época. Para Waisber es necesario, ante todo, entender los procesos políticos y sociales y cómo en medio de ellos se modifican las organizaciones y sus integrantes: “Para ser líder primero hay que estar decidido a serlo y Firmenich quería ser un líder”.
Felipe Celesia y Palo Waisberg, autores del libro

Felipe Celesia
Nació en Buenos Aires (1973). Estudió Filosofía en la Universidad NAcional de Mar del Plata y en la de Buenos Aires. Trabajó en La Capital de Mar del Plata, La Prensa y en las agencias Noticias Argentinas y TELAM. ES acreditado en la sala de periodistas de la Casa de Gobierno. En 1996 ganó el Premio Municipal de Literatura de Mar del Plata y en 1999 obtuvo el tercer lugar en el Concurso Nacional de Ensayos “José Hernández”, organizado por el Senado de la Nación.

Pablo Waisberg
Nació en Buenos Aires (1974). El licenciado en Periodismo y docente de la Facultad de ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Colaboró en distintos medios gráficos nacionales e internacionales. Actualmente es editor de la sección Política de la agencia Noticias Argentinas y es subeditor de la sección economía del diario Buenos Aires Económico.   
  

miércoles, 1 de junio de 2011

Con éxito se llevan a cabo las primeras jornadas académicas “La Literatura de Rosario, representaciones, proyecciones y tensiones”

Con una masiva asistencia de público, se inauguraron el pasado lunes 30 de mayo las primeras jornadas académicas “La Literatura de Rosario, representaciones, proyecciones y tensiones”. El ciclo, que tiene como premisa abordar las distintas conflictivas en torno a las producciones locales, está organizado por la Secretaría Académica y Estudiantil de la Facultad de Humanidades y Artes, la agrupación Letras en Cambio y un grupo de jóvenes docentes y escritores de la ciudad, integrado por Marcelo Britos, Federico Ferroggiaro, Nicolás Manzi, Laura Utrera y Alejandro Vila.

Uno de los objetivos del encuentro es “jerarquizar e instituir la literatura de la región como un espacio importante de la cultura y que tiene que ser reconocido”, expresó Vila. Por su parte, Manzi, quien además de docente es  responsable de la editorial artesanal Ombú Bonsai, explicó que la intención es la de generar el debate y encontrar nuevas propuestas para las problemáticas que se presentan a las editoriales rosarinas, como también a los escritores que se encuentran excluidos de los ámbitos académicos.

El encuentro se extenderá hasta el viernes 3 de junio, días en los que la discusión y el abordaje de la narrativa y la poesía local se expondrán en mesas redondas y foros en las aulas de la Escuela de Letras de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario (Entre Ríos 758), complementándose con ciclos de lectura en distintos bares de la ciudad. A continuación se detalla el programa de las próximas actividades:

Miércoles 1º de junio

“Poesía de Rosario"
[18:30 hs.— Aula 7]
Rafael Ielpi, Martín Prieto, Fabricio Simeoni, Beatriz Vignoli.
Coordina: Agustín Schiavon.

“Narrativa de Rosario"
[20:00 hs.—Aula 7]
Osvaldo Aguirre, Angélica Gorodischer, Jorge Riestra.
Coordina: Marcelo Britos.

Lectura en los bares [22:00 hs.—Jekyll & Hyde (Mitre 343, Mitre y Pasaje Zabala)]
Narrativa: Marcelo Britos, Martín Kaissa, María Laura Martínez, Marcelo Scalona.
Micrófono abierto.

Jueves 2 de junio

“Escuela Crítica de Rosario"
[19:00 hs.—Sala de Lectura de la Biblioteca Central]

Miguel Dalmaroni “Modos del fracaso”, Analía Gerbaudo “Rosario, el centro”, Silvio Mattoni “Restos, interrupciones y peligros”.
Coordina: Laura Utrera.

Proyección de “Cine Negro”
[20:30 hs.—Jekyll & Hyde]
Con la presencia de su directora,  Mariana Wenger, y comentarios críticos de Emilio Bellon.
Coordina: Luis Esteban Hernández..

Lectura en los bares [22:00 hs.—Jekyll & Hyde]
Poesía: María Paula Alzugaray, Tomás Boasso, Fernando Marquínez, Alejandra Méndez.
Micrófono abierto.

Viernes 3 de junio
“Publicaciones de Rosario"
[18:00 hs.—Sala de Lectura de la Biblioteca Central]
Osvaldo Aguirre por Diario de Poesía, Sergio Gioacchini por Ciudad Gótica, Jorge Isaías por La Cachimba, Lucas Mendoza por Cultura Etérea.
Coordina: Federico Ferroggiaro.

“Rosario como escenario”
[19:30 hs.—Sala de Lectura de la Biblioteca Central]
Adriana Astutti "Cómo me hice monja, o la infancia rosarina de César Aira", Sylvia Saítta.
Coordina: Mariana Siciliano.

Para más información, escribir a letrasencambio@gmail.com y letrasencambio2@gmail.com

domingo, 29 de mayo de 2011

LUNITA ROSARINA, tercer tomo de la colección Ciudad y Orilla

http://www.lacapital.com.ar/ed_senales/2011/5/edicion_135/contenidos/noticia_5125.html
Con una fuerte impronta Poética, el periodista y escritor Sebastián Riestra, despliega su más auténtico carácter de flaneur.


Si algo distingue a Lunita Rosarina es la mirada pasional y crítica con que el periodista y escritor, Sebastián Riestra, evoca el pasado, describe lugares transitados y, sobre todo, construye realidades e imaginarios comunes. Basta con sumergirse en sus páginas para navegar  por un río de recuerdos al que convierte en coincidencias proféticas y donde la complicidad del lector no es necesaria, porque su narrativa, sencillamente, cautiva y enamora.

El libro contiene las columnas publicadas en la edición online del diario La Capital y otros relatos inéditos. “Los escritos son totalmente ajenos a la información o a la cobertura - indica el autor – hablan sobre la ciudad, el amor, el país, la política, los bares, las calles, los libros y los amigos”. No resulta fácil definir en qué estadio de la literatura reposan, pero lo cierto es que la lectura completa de la obra produce el impacto de estar frente a un cancionero tanguero.

“Con la excepción de los blues y algunas coplas andaluzas - dijo alguna vez  el maestro Horacio Ferrer - no hay otra expresión que le cante a un cosaco que se tiró al Don o a quien está enamorado y la ‘madama’ no le da pelota. El tango le canta a todo: al tachero, al suicida, al filósofo o al pituco”. Lo mismo hace Riestra, quien expone con vehemencia el recuerdo del amigo muerto, el desarraigo, el cobijo generoso de una cantina en Montevideo y el dolor provocado por la desaparición de viejos hogares, edificios demolidos y aquellos bares que cerraron sus puertas o, simplemente, fueron sepultados por el olvido.      

Con fuerte impronta poética
El libro está dividido en cuatro segmentos: Homenajes, Diatribas, Paisajes y Amores. Su ordenamiento, lejos de ser arbitrario, marca el rumbo de la lectura que el autor desea que se lleve. Tal vez, el idéntico recorrido que trazó al escribir Lunita Rosarina, con “los zapatos que pisan las mismas baldosas de hace dos décadas”, mientras mantuvo “tibio el espíritu y el cuerpo preparado para enfrentar la intemperie” en una “ciudad llena de soledades”. Riestra no deja espacios librados al azar y es obsesivo, tanto en sus intenciones como en la construcción de su prosa, la cual carga una fuerte impronta poética.

Homenajes reúne textos que, como plegarias, se elevan y reviven musas perdidas: el amigo que se fue, las bellas mujeres del cine (en los años ’50), la voz de Karen Carpenter o el espíritu de Facundo Marull que deambula en silencio, sin dar señales de vida o de muerte aún, porque “nadie sabe dónde está, nadie contesta. Pero tampoco hace falta porque lo que escribió vive”. En Diatribas desnuda, sin reservas, su más auténtico carácter de flaneur. Camina las calles, deambula, observa, sufre y repliega al máximo sus sentidos, pero las imágenes que captan sus pupilas lo fastidian, lo ensordecen y lo atrapan en una telaraña de voces que no dicen nada. Lo agobia el desconcierto de una burguesía naturalizada en donde “la literatura no le importa a nadie”, aunque “en medio del verano implacable, sumergida bajo las olas del consumo, la ciudad aún vive”.

Paisajes y Amores reúnen relatos que van a resucitar pasados comunes y a evocar sitios  únicos e irrepetibles que, de tan cotidianos, apenas pueden describirse: “plazas, bares, librerías de viejo. Cine, árboles, balcones y ventanas”, recuerdos que el autor rescata de su memoria y son capaces de revivir un beso debajo del árbol de moras (en la plaza Bélgica) el fainá de la pizzería Santa María (que no es la ciudad de Onetti) y también aclara (en caso de que el libro haya caído en manos de un joven lector) que la disco Luna alguna vez se llamó San Telmo y que El Chaco y El Rafa fueron bares: “Porque el tiempo es implacable – apunta – Barre con las personas y también con los lugares”.

Lunita Rosarina es un libro que no sólo pretende luchar contra el olvido a través de la belleza de su narrativa, sino que impone dogmas y obliga, de manera irrevocable, a una lectura política: porque las salas de cine sucumbieron ante el despotismo neolieberal de los años ’90; porque los mejores libros se llenan de polvo y yacen en los rincones más oscuros de la librerías; porque hay “muchos a quienes el país les pasa por arriba, por abajo y por al lado pero nunca por adentro” y porque “Rosario es un enigma que aún no se ha descifrado”.


Del autor
Sebastián Riestra nació en Rosario (1963). Publicó cuatro libros: El ácido en las manos (1991), El porvenir de los muertos (2002), Clitoriana (2003) y Romero (2004). Integró las antologías La única ciudad (poesía) y Autopista (cuentos). Participó de numerosas lecturas, coordinó talleres y ciclos culturales en Rosario, Buenos Aires, La Plata y Santa Fe. Intervino, entre otros eventos, en los Festivales Internacionales de Poesía de Rosario y de la Feria del Libro de la Buenos Aires. Forma parte del staff de las revistas literarias Facundo y El jabalí. Actualmente se desempeña como sub secretario de redacción del diario La Capital, donde también es columnista.    

viernes, 13 de mayo de 2011

Doña Mariñha

Graciana Petrone


Matías y yo nacimos en el mismo año. Íbamos a la misma escuela, éramos del mismo barrio y, por lo tanto, nuestra amistad fue forjándose desde muy pequeños. Vivíamos a dos casas de por medio, entre el quiosco de ventana de Don Juan y la casita de Doña Beba, la curandera. Un barrio alejado del centro con la sencillez y características propias de esos lugares donde el sol nunca deja de caer, las calles se confunden con las veredas y los maridos salen de madrugada a trabajar en las fábricas y las esposas los despiden y los esperan cuidando de sus casas y de sus hijos.
La casa de Matías tenía dos ventanas en el frente, un patio atrás y en el fondo una pieza en la que su mamá había montado un pequeño taller de costura. Cada una de las mujeres del barrio hacía alguna tarea extra para ayudar a sus maridos. Mi madre, por ejemplo, criaba gallinas. Papá le había construido un galpón donde ella trabajaba con esmero para que los animales rindieran sus frutos y así, los domingos podíamos vender los huevos en la feria o a Don Carmelo, en el almacén.
Mi casa, a diferencia de la de Matías, tenía un pequeño jardín de rosas sembradas en el frente a las que mi madre cuidaba celosamente de todo daño. Los rosales florecían en destellantes capullos, ella solía decir que tanta belleza podía provocar la envidia de las demás comadres y a veces hasta se enojada por los halagos. El cuidado del jardín era casi una obsesión.
Enfrente había un terreno baldío donde nos cruzábamos con Matías a jugar en las siestas, era nuestro reducto en el que pasábamos horas interminables. El terreno terminaba sus fondos en la mitad de la manzana y por uno de sus lados, tras un tapial rústico y sin revocar, vivía Doña Marhiña. La llamábamos “la vieja de las gallinas” porque era fiel clienta de mi madre y en el último mes le había llegado a comprar más de seis animales.
Doña Marhiña Souza Do Nacimento era su nombre completo, así se decía en el barrio. Venida de quién sabe qué oscuro rincón del Brasil, de piel morena, rasgos aborígenes y una sonrisa de dientes blancos como perlas. Tenía siempre el pelo enmarañado y un andar cojo que le daban un aspecto un tanto extraño.
Mi madre, que era el colmo de la pulcritud le decía "la vieja haraposa", pero la saludaba con amabilidad cada vez que la cruzaba por la calle porque entre las compras de las gallinas y la venta de huevos en la feria, había podido reunir el dinero suficiente para ponerle la membrana a los techos de la casa.
Cuando nos internábamos con Matías en el baldío, escapándonos de nuestras madres, solíamos espiar a la vieja de las gallinas. Los fondos de su casa estaban abandonados, sucios y con la tierra reseca, aunque removida, de tanto en tanto, porque a menudo observábamos montículos de tierra diseminados por el suelo, como si alguien hubiera hecho pequeñas excavaciones. Otras veces, después de proveernos de una copiosa artillería de piedras y bolitas del paraíso, nos divertíamos molestando a sus gatos, no sin antes cerciorarnos de que estaba dormida o no se encontraba en la casa. Doña Marhiña siempre nos sonreía al cruzarnos por la calle y su amabilidad nos dotaba, día a día, de una impunidad reconfortante.
Una tarde, en la que no desistíamos de importunar a sus gatos, Matías le pegó sin querer al vidrio de la ventana de la cocina haciéndolo pedazos. Nos escapamos corriendo tanto como nos dieron las piernas, tratando de que nadie se diera cuenta de lo que pasó. Al día siguiente la vieja golpeó mi puerta, yo temí que fuera a reclamarle a mi madre el vidrio roto pero en vez de eso, sin dejar de sonreir ni por un instante me pidió que llamará a mi mamá y sentí alivio cuando escuché que le encargaba una gallina. Si en casa se enteraban de lo que habia hecho Matías, yo  seguramente iba a recibir una buena paliza.
Esa misma siesta Matías tocó mi ventana para que fuéramos al baldío, traía una considerable provisión de piedras. Accedí y, como era nuestra costumbre, nos trepamos al tapial. Pero esta vez Doña Marhiña no dormía la siesta. Estaba en los fondos vestida con una holgada túnica blanca y un turbante color púrpura enroscado en su cabeza. Había montado una suerte del altar, sobre él estaba la gallina que había ido a buscar a mi casa en la mañana, vivita y maniatada por las patas y el pescuezo.
Sin cruzar las miradas e invadidos por un miedo inusual, vimos como la vieja, sosteniendo una cuchilla en las manos y murmurando entre dientes quién sabe qué conjuros en su idioma natal, abrió la panza del animal desde el cogote hasta la cola. Solo atinamos a correr. Yo no sentía mis pies. Trepé por la ventana de la pieza y me senté en el suelo con las piernas encogidas  y puse mi cabeza entre ellas.
Esa noche me costó dormir, tenía en mi mente los ojos de la gallina abiertos como dos estopas al sol y la sangre del animal chorreando sobre la tierra reseca.
Cerca del amanecer me despertaron los gritos de mi madre. Me levanté para ver qué estaba pasando y, sin poder creerlo, vi  cómo los rosales del jardín estaban totalmente marchitos. Parecía como si la mano de mandinga hubiera arrasado con ellos. Entre tanto escándalo llegó la mamá de Matías. Primero pensé que era a por los gritos pero traía a mi amigo casi desmayado entre los brazos. Tenía la mirada desencajada.
-     Despertó muy mal. Anoche le descubrí unas marcas alrededor del cuello. Vuela de fiebre y no se despierta. Doña Beba dice que si las marcas se cierran lo van a estrangular.
Me acerqué a Matías, intenté decirle algo pero no pareció escucharme, tenía los ojos en blanco como si estuviera poseído. Le agarré la mano, pensé en que la fiebre debió haber cedido bastante porque su mano estaba helada. 
Faltaba sólo una hora para que los gallos empezaran a hacerse escuchar desde los fondos de la casa. Hacía frío, me distraje con las gotas de rocío qie se oegaban a los tallos de los rosales resecos. En poco tiempo tendría que levantarme para ir a la escuela entonces entré a casa y me acosté, pensando en que con suerte, podría dormir un rato más. 

viernes, 6 de mayo de 2011

Eduardo Jozami: “Los sectores que en al actualidad conspiran contra el Gobierno son los mismos responsables que conspiraron en el ‘76”

El Espacio ofrece importantes actividades como la Colección Permanente de artes plásticas, presentaciones editoriales, seminarios, recitales y cine, entre otras. Cuenta con la Biblioteca y Centro de Documentación Obispo Angelelli, cinco salas para exposiciones y un teatro con capacidad para más de 300 personas.      

Graciana Petrone, para "Nuestra Cultura", revista de la Secretaría de Cultura de la Nación   
http://www.cultura.gov.ar/archivos/nuestra_cultura/nuestra_cultura11.pdf

Cada sitio tiene su aroma y color especial o una música hecha con rumores y sonidos que le son propios, pero el impacto que produce recorrer el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti (CCMHC), no es fácil de explicar. En el lugar funcionó el Centro de Estudios Estratégicos de la Escuela de Guerra Naval. Forma parte de un conjunto de edificios comunicados entre sí por calles internas y a su vez custodiados por verdes intensos y árboles gigantescos. Algo extraño gravita en el aire y produce sentimientos encontrados a los que nadie resulta ajeno. Cuesta entender, entonces,  cómo tras esa paz, el espacio carga la impronta nefasta de haber sido sede de planificación de vejaciones, abusos, torturas y muertes perpetradas contra miles de ciudadanos durante la última dictadura militar.

Aunque su fachada se mantiene intacta, el interior está totalmente remozado. Techos altos, estructuras modernas, áreas funcionales, enormes murales y una gran luminosidad, son algunos de los ejes que lo atraviesan. Al ingresar, la sensación es de una calma definitiva, capaz de superar cualquier rastro de orfandad. Justamente la tarea del CCMHC es la de generar un lugar de debate y reflexión para “asegurar la transmisión entre generaciones que quiso cortar la dictadura”.

Lejos de celebrar un culto al horror, el Espacio propone, de la mano del arte, el análisis y la investigación de la historia reciente, motivar al reconocimiento y la introversión. Entre sus actividades más destacadas se encuentran los Seminarios Internacionales de Políticas de la Memoria que se llevan a cabo en forma anual y que convocan a destacados panelistas de todo el mundo. Su director, Eduardo Jozami, habló, entre otros temas, sobre las decisiones tomadas por el ex presidente Néstor Kirchner durante su mandato, las cuales fueron determinantes para la recuperación de los distintos Espacios de Memoria en  el país.   


Entrevista a al escritor y periodista Eduardo Jozami, director del Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti.

¿Se desarrollan en Argentina actualmente políticas de la memoria?
Hoy existen en el país políticas públicas de la memoria. Es una de las prioridades de este Gobierno y aspiramos a que sean políticas que tengan continuidad, ya sea desde los juicios hasta la recuperación de todos los sitios de memoria. La ex ESMA no es el único caso, también está el Olimpo, un sitio donde se desarrollan muchas actividades culturales, como en otros lugares del país. En particular, el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti tiene, en el marco del proyecto general, además de la premisa de convertir el predio en un espacio de memoria, la de ser un centro cultural de la memoria para tratar de entender que la recuperación de la memoria no es solo el recuerdo sino también el rescate de las luchas populares de esos años, lo que supone necesariamente un proceso de reflexión. Lo que nosotros tratamos es estimular el pensamiento sobre lo ocurrido.

Tras la muerte del ex presidente Néstor Kirchner se vivieron momentos de profunda emotividad. En aquella oportunidad, el secretario de Derechos Humanos de la Nación, Eduardo Luis Duhalde, afirmó que se estaba frente a una “segunda primavera camporista” ¿Nota cambios significativos en la participación política de los ciudadanos?

Siempre hay hechos que en la sociedad se vienen gestando e incubando, pero que necesitan de un disparador para mostrarse en toda su importancia. Hacía ya un tiempo que se veían claramente fenómenos intensos e interesantes, como una mayor participación juvenil, el debate sobre la Ley de medios o el acto del 11 de marzo. Por otro lado estaba cambiando cierto humor con respecto a la gestión de Gobierno, fundamentalmente de la clase media. Todo eso hizo una eclosión desbordante, seguramente porque toda muerte impone un balance, un balance que fue positivo, sumado a que la gente se sintió conmovida ante su muerte.

¿Cuánto tuvo que ver el ex presidente Néstor Kirchner en la recuperación de éste y otros Espacios de Memoria y en los juicios de lesa humanidad, brindando su apoyo a las distintas organizaciones de Derechos Humanos en el país?
Fue ‘el Presidente de la memoria’. Fue quien dijo que no iba dejar sus convicciones en la Casa de Gobierno y recordó las luchas populares de los años ‘60 y’70. Si bien hizo cosas que no inventó el Gobierno, no hubieran sido posibles de no haber estado al mando de Gobierno que se hiciera cargo.

A diferencia de aquellos años, ¿por qué cree que no hoy no se presenta la violencia en la participación política?  
La violencia no se da en la política actual por dos razones: primero, porque la sociedad argentina tuvo una mala experiencia (aunque todos hagamos lecturas diferentes), hubo un trauma social respecto a la violencia y, por otro, porque parece haber cierto consenso respecto a las transformaciones sociales. Y aunque en este momento, mientras nosotros estamos hablando, en otras partes del mundo se estén librando guerras, ese tipo de violencia ya no está presente en la vida social del país.

Hace tres años que de forma ininterrumpida el Centro desarrolla seminarios de carácter internacional, ¿los considera como una de las actividades más importantes?
Los más importantes si se tiene en cuenta su alcance y repercusión más allá de los límites del país. El ‘I Seminario Políticas de Memoria’ se realizó en 2008 y el objetivo fue abordar la memoria desde distintas perspectivas, trabajar sobre la historia reciente del país y también analizar cómo los años ’70 actúan y/o condicionan la vida social y las políticas públicas actuales. Hubo invitados destacados, como es el caso de Pilar Calveiro (que actualmente reside en México), entre otros.  En 2009, el seminario giró sobre el tema ‘vivir en dictadura y vida de los argentinos entre 1976 y 1983’. Aunque no tuvo tanta convocatoria internacional, dado el eje, hubo una gran variedad de aportes y ponencias: Roberto ‘Tito’ Cossa desarrolló ‘Las experiencias colectivas como pasión y resistencia’; hubo un abordajes sobre la prensa y la información durante la dictadura y análisis sobre la experiencia de vivir en el exilio, sólo por mencionar algunos. El III Seminario Internacional “Políticas de Memoria, recordando a Walter Benjamín”, llevado a cabo en 2010, fue muy positivo debido a la gran concurrencia de estudiantes, graduados y gente de todos los puntos del país. Tuvo una mayor repercusión a nivel internacional, con invitados como Michael Löwy, ensayista y sociólogo franco brasilero o el catedrático alemán Horst Nitschack. También hubo expositores de Uruguay y otros países de Europa. El seminario marcó un aporte notable sobre el pensamiento de Benjamín y la memoria, en cuanto a que el pasado no está cerrado, como quieren señalarnos algunos, sino que somos tributarios de esa historia.

Uno de los grandes legados de Walter Benjamín a la humanidad fue sin dudas el compromiso por mantener viva la historia de las víctimas de los holocaustos, las guerras y las represiones…
Benjamín dice que el pasado tiene un secreto de redención, que hay que saber escucharlo y estar dispuesto a escucharlo. La sociedad argentina y el Gobierno han sabido escuchar ese reclamo: que el pasado no era un proceso cerrado. Aquellos años ’60 y ‘70 están presentes en la política de hoy. Las luchas actuales tienen mucho que ver con el pasado y los sectores que en al actualidad conspiran contra el Gobierno son los mismos responsables que conspiraron  en el ‘76. Todos estos temas fueron discutidos durante el Seminario, casi en forma académica, ya que Benjamín es un autor que hay que tratar de que la gente conozca, aunque no es fácil de leer. Incluso, sus tesis relacionadas con la memoria son textos bastante enigmáticos, que obligan a releer y repensar, que no tienen ninguna lectura lineal. Hubo diferentes niveles de reflexión sobre este pensador que tal vez no tenga en Argentina el lugar que se merece, fundamentalmente desde el punto de vista político.


El predio donde se encuentra el Centro Cultural de la Memoria Haroldo Conti alcanza 14 hectáreas y está integrado por una serie de 35 edificios entre los que se encuentran el Pabellón Central o Cuatro Columnas, el Pabellón Coy, la Enfermería, la Imprenta y el Casino de Oficiales en donde funcionó uno de los Centros Clandestinos de Detención Tortura y Exterminio más importantes del país y por donde pasaron al menos 5 mil personas en  carácter de detenidos. La entrada ocupa unas tres cuadras al frente,
sobre Avenida Libertador, en pleno corazón del barrio de Nuñez, en Buenos Aires. En junio de 2000 la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó la Ley 392, que contemplaba el destino de los edificios a la creación del  “Museo de la Memoria”, pero recién en 2004 fueron restituidos tras la orden del entonces presidente de la Nación, Néstor Kirchner. Tres años más tarde, los marinos abandonaron definitivamente el sitio y se creó el “Espacio para la Memoria y para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos”.

lunes, 28 de marzo de 2011

Entrevista a los periodistas Felipe Celesia y Pablo Waisber, autores del libro FIRMENICH, la historia jamás contada del jefe montonero

Graciana Petrone
para http://www.elfisgondigital.com/fsgw/politica/nota65904

“El líder de Montoneros, Mario Eduardo Firmenich, carga la impronta de un hombre maldito. Su cara evoca al demonio bifronte. Su aliento despide azufre. Sus manos son garras ensangrentadas”. Con esta frase inician las páginas del libro “Firmenich, la historia jamás contada del jefe montonero” (Editorial Aguilar), los periodistas bonaerenses Pablo Waisber y Felipe Celesia. El trabajo no es sólo la biografía de uno de los fundadores de Montoneros, sino que también reconstruye una parte importante de la vida política y social del país durante los años ’70 y revela pasajes que hasta hoy permanecían ocultos respecto a la actividad llevada a cabo por la agrupación.  
  
Felipe Celesia y Pablo Waisberg

¿Por qué Mario Firmenich?

FC: Firmenich era uno de los íconos de los 70 cuya vida no había sido contada. Fue el jefe máximo de la mayor guerrilla que tuvo la Argentina y de una de las más poderosas de la región. Su vida estaba cruzada por el misterio y los sobreentendidos. Todos tenían una opinión formada sobre él pero muy pocos, hasta la aparición de nuestro libro, tenían información para juzgarlo. Otra cosa que nos interesó del personaje fue su condición de ‘bestia negra’ y de ‘maldito de la política’. Creímos que había mucho para contar de esa vida y aún sabiendo que no sería fácil, emprendimos el desafío.

PW: Su vida cruzaba la vida de miles de militantes y el peso de su figura sigue siendo discutido hasta el día de hoy. Nos atrajo el mito construido en torno suyo y esa imagen de ‘mancha venenosa’ con la que se lo había estigmatizado. Queríamos ver qué tanto había de eso y qué tanto formaba parte, como decían sus seguidores, de una gran operación para estigmatizarlo.

El libro les demandó casi 4 años de trabajo, respecto a su proceso de investigación, ¿qué obstáculos encontraron a la hora de entrevistar ex militantes de la agrupación?

FC: Tuvimos un altísimo rechazo de las fuentes a participar de un libro que trata sobre Firmenich por varios motivos: uno fue que muchos de los montoneros de ayer, hoy son funcionarios o están en la política activa y consideran que Firmenich conserva la condición de ‘piantavotos’ o tipo repudiado. Otro motivo tuvo que ver con cuentas personales no saldadas y algunos pocos tuvieron miedo a la reacción que pudiera tener el ex líder al ver su testimonio impreso.

PW: Hubo desconfianza sobre el objetivo del trabajo y quién lo financiaba. A muchos les costaba creer que nos metiéramos con ese personaje y con ese tema (la historia de Montoneros) sólo por un interés político-histórico. Muchos se negaron a hablar porque Firmenich estaba vivo y otros tantos dijeron desconocerlo pero tenemos muy en claro que tuvieron vínculo con él.


Si bien al comienzo del libro aclaran que no es su intención sentar  postura alguna sobre Firmenich, la lectura completa de la historia puede dejar un interrogante que parece algo ingenuo: ¿cómo alguien como Firmenich se convirtió en ídolo, ícono o líder de su época?

FC: No siempre los procesos políticos los conducen los mejores hombres. En aquellos ‘70, cuando el liderazgo insurreccional era muy valorado, Firmenich encajaba perfectamente. Luego se vio que sus aptitudes políticas eran pocas y ya no podía reconvertirse en un dirigente democrático: quedó anclado a un momento revolucionario de influencia mundial. En condiciones republicanas normales, entiendo que Firmenich podría haber sido un oficial militar. Su vocación y sus virtudes para la guerra son innegables. Pero en la Argentina de los 60-70, con unos cuantos golpes en caja y la prohibición de hacer política, se convirtió en guerrillero y en líder eventual de una juventud enfervorizada. Ese pico de protagonismo, cuando pasó, lo condenó inexorablemente al ostracismo.

PW: No comparto esa posición. La decisiones políticas de Montoneros no correspondieron a un sólo hombre sino a una Conducción Nacional. Seguramente su voz tuvo un peso particular pero siempre -según lo que recogimos- hubo debate. 
Además, creo que obviás el rol que jugó en términos históricos y sociales la Teoría de los Dos Demonios. De su nacimiento y desarrollo fueron beneficiarios muchos participantes, financistas y beneficiarios de la última dictadura. Esa teoría clausuró debates e impidió analizar, por ejemplo, los verdaderos objetivos del golpe: modificar la estructura económica del país. Si eso no fue así, no se puede entender por qué poco después de marzo de 1976 se impusieron leyes que modificaron la estructura económica hasta el día de hoy. Para poder hacerlo fue necesario sembrar el terror. Y para ello no sólo se actuó contra las fuerzas políticas (entre ellas Montoneros, pero sobre muchísimas otras también) que planteaban otro modelo de país. También se liquidaron comisiones internas enteras en muchas fábricas para poder implementar la flexibilización laboral y una violenta reducción salarialSobre su conversión en líder, creo que es necesario entender los procesos políticos y sociales y cómo en medio de ellos se modifican las organizaciones y sus integrantes. Cómo crecen y se desarrollan. Pero también hay que tener en cuenta que para ser líder primero hay que estar decidido a serlo. Firmenich quería ser un líder.

domingo, 6 de febrero de 2011

Un recorrido por la ex ESMA

Graciana Petrone
para http://www.lacapital.com.ar/ed_senales/2011/2/edicion_119/contenidos/noticia_5027.html

Los ecos del silencio: un recorrido por la Escuela de Mecánica de la Armada, permite descubrir un pasado doloroso, pero a la vez ineludible.


Adentro, el edificio está completamente vacío. Sin embargo, junto al umbral, un grupo de hombres y mujeres aguarda a que se abra una puerta de pesados hierros negros, anclada entre altos ventanales, ladrillos vistos y paredes blancas. A veces, el sol de la mañana permite que los árboles dibujen las sombras de sus ramas sobre la fachada y otras, la lluvia transforma esa escena en una imagen desoladora. La ansiedad por ingresar al lugar no es casual. En momentos, nada más, y acompañados por un guía especializado, los visitantes realizarán un recorrido por el Casino de Oficiales de la Escuela de Mecánica de la Armada (Esma), en donde funcionó el Centro de Detención, Tortura y Exterminio (CCDTyE) más grande de Argentina durante la última dictadura militar y por el que, estiman, pasaron alrededor de 5 mil personas en carácter de prisioneras, entre 1976 y 1983.
El relato y sus horrores
Luz Denisoff tiene 26 años y un aspecto casi adolescente. Forma parte del equipo interdisciplinario de guías que desde 2005 acompaña a quienes llegan al lugar. Desde su apertura recibieron a casi 30 mil personas de todas las edades y de distintas partes del mundo. Durante el primer año fueron sólo 513 pero en 2010 la cifra creció notoriamente y llegó a 12.702.
Denisoff habla con voz firme, clara y expone con elocuencia un relato que se remonta a antes de la edificación misma del Casino de Oficiales, en 1948. Más tarde su discurso será la verdadera reconstrucción de un pasado tan reciente como doloroso y dará detalles precisos del cautiverio de los detenidos y del contexto histórico de la época en Argentina y Latinoamérica, entre otros aspectos sociales, culturales y políticos. El recorrido dura algo más de tres horas, ya que resulta imposible no detenerse en cada recodo, llamarse a la reflexión, relacionar los hechos aprendidos o vividos con los sobrevivientes, los exiliados, los hijos recuperados, los juicios y las desapariciones.
El grupo escucha atento. La guía responde a todas las preguntas y repite su exposición, tantas veces le sea requerida. "Aunque algunos prisioneros eran alojados en otras dependencias del predio, como la Enfermería, el Taller Mecánico o el Pabellón Coy, el mayor trabajo represivo funcionó en el Casino", aclara en el momento en que el grupo recorre los dormitorios de los oficiales y la maternidad clandestina, a donde eran llevadas las embarazadas secuestradas por el Grupo de Tareas (GT) 3.3.2 de la Armada y aquellas provenientes de otros CCDTyE del país. Un silencio especial irrumpe frente a la puerta de la maternidad, que está compuesta por dos habitaciones contiguas y pequeñas. En una, las embarazadas eran trasladadas a los seis meses de gestación hasta el momento del parto, que se practicaba en la pieza contigua frente al dormitorio mismo de los oficiales. "Los bebés eran apropiados y las mujeres eran conducidas hacia los vuelos de la muerte", dice la guía. Nuevamente, el silencio en el grupo es total, no hace falta preguntar nada.
"Capucha", foto tomada por la Comisión Bipartita y Conadep-
En el sótano obligaban a los prisioneros a realizar el trabajo "esclavo intelectual", que consistía en explicar el contenido de "ciertos libros que habían sido previamente censurados por el gobierno militar", entre otros requerimientos. En esa misma planta había una habitación en donde se practicaban las sesiones de tortura, lugar al que se llegaba a través de un pasadizo que los militares bautizaron, nada menos, como "El camino de la felicidad". Si sobrevivían, los trasladaban a los sectores llamados Capucha y Capuchita, en el tercer piso. Allí quedaban alojados en compartimentos de menos de un metro de altura, obligándolos a permanecer encapuchados, de rodillas o sentados, sin mantener contacto entre si.

Justamente en Capucha es donde finaliza el recorrido, un espacio que permanece intacto luego que una orden judicial prohibiera realizar reformas. "Es el sitio donde los detenidos pasaron la mayor parte de su tiempo —explica la guía— y se han encontrado marcas en los muros". Y otra vez el silencio vuelve a ser total. Algunos piden recorrer el sitio nuevamente. En soledad, otros se detienen frente a las paredes marcadas, como buscando descifrar lo escrito para poder devolverle a los muertos de todos, la identidad que les fue arrebatada. Las sensaciones son distintas, pero algo es cierto: nadie es indiferente.
"No nos propusimos nunca realizar un relato desde la victimización, el horror o la derrota (aunque este sea el lugar de la derrota), —dice Andrés Centrone, uno de los primeros guías en integrar el equipo— sino lograr que quien pasó por acá salga sintiéndose un sujeto político de cambio". Y es cierto, quien estuvo en el ex CCDTyE no volverá a ser el mismo, al menos no habrá recorrido un edificio vacío sino el habitado por el silencio desgarrador de los torturados, con miles de brazos que se extienden, desde las paredes, para alcanzar su mano y retomar la historia.

Calles internas del predio

El predio donde se encuentra el ex CCDTyE tiene
14 hectáreas y una serie de 35 edificios entre los que
se encuentra el Pabellón Central o Cuatro Columnas,
el Pabellón Coy, la Enfermería y la Imprenta.
La entrada ocupa unas tres cuadras al frente,
sobre Avenida Libertador, en pleno corazón del barrio
de Nuñez, en Buenos Aires. En junio de 2000 la 
Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires aprobó la
Ley 392, que contemplaba el destino de los edificios
a la creación del  “Museo de la Memoria”, pero recién
en 2004 fueron restituidos tras la orden del entonces
presidente de la Nación, Néstor Kirchner. Tres años
más tarde, los marinos abandonaron definitivamente
el sitio y se creó el “Espacio para la Memoria
y para la Promoción y Defensa de los Derechos Humanos”.